martes, 22 de octubre de 2013

La horticultura medieval


 
Publicado en el periódico "El Occidental"
el 8 de Octubre de 2013.
 
Wolfgang Vogt
 
La isla más grande y fértil del Lago de Constanza, que es la frontera natural entre Alemania y Suiza, se llama Reichenau. Es famosa por su convento fundado por San Pirmin a principios del siglo VIII. Hoy día el convento y varias iglesias románicas atraen a numerosos turistas a Reichenau. Pero esta isla no vive sólo del turismo, sino también de sus enormes huertas, donde se producen jitomates, pepinos, lechugas y muchas otras verduras.

Durante una visita reciente a Reichenau descubrimos al lado del convento un pequeño jardín o hortulus como se dice en latín, lleno de plantas curativas. En una placa leemos que lo fundó el abate Walahfrid Strabo, quien gobernó el convento entre 842 y 849, el año de su muerte. El jardincito se compone de 24 arriates acomodados en grupos de cuatro. En cada uno de ellos crece una planta curativa diferente y pequeñas placas indican sus nombres en latín y alemán: salvia, rosa, apium, absinthium, feniculum (hinojo), etcétera. El hortulus de Strabo tiene como modelo el herbolarius o jardín de hierbas del convento de San Gallen, que se fundó en el siglo VII a poca distancia de la orilla meridional del lago. Pero ahí sólo se cultivan 16 plantas medicinales.

El nombre de Strabo ocupa un lugar importante en la historia de la Medicina y de la Literatura latina medieval. Es autor de un librito de versos que se conoce con el título breve de "Hortulus", pero en realidad tiene un título mucho más largo: "Incipet liber de cultira hortorum strabi seu Strabonis feliciter", cual significa en español "que empieza aquí con buena suerte el libro de horticultura de Strabo." El primer poema habla de la horticultura en general, el segundo del trabajo difícil del jardinero, el tercero de su dedicación y de los frutos de su trabajo y el cuarto, salvia, entra directamente al tema hablando de la primera planta medicinal. La salvia es un remedio muy apreciado en la Edad Media y un botánico de la época no puede entender que un hombre con salvia en su jardín pueda morir. Para Strabo la salvia praefulget lo cual significa que es luminosa y además atractiva por su olor dulce (dulcis odor). El autor sólo dedica seis de los 444 hexámetros de su largo poema a la salvia. La abadesa Santa Hildegard von Bingen (1098-1179) que no sólo destaca en la cultura medieval como mística, sino también como médico y autora de recetarios, recomienda la salvia para quitar las flemas y estimular el apetito. El poeta de los Pirineos, Francis Jammes, que influenció la poesía modernista del tapatío Enrique González Martínez asigna en una de sus novelas a la salvia el lugar más bonito en el jardín de Dios.

Más de cuarenta versos dedica el poeta a la cucurbita (calabaza) y más de 25 al melón. Se trata más bien de frutas y verduras, con los cuales se pueden preparar, con otras hierbas del hortulus suculentos platillos, en el caso de la calabaza postres sabrosos. Desafortunadamente en el clima frío del norte estas plantas no maduran todos los años. Más interesante para el lector actual es lo que dice Strabo sobre el absinthium (vermut), el hinojo, la amapola o la menta. El vermut es amargo y todo lo amargo, aunque la boca no lo acepta con agrado, le ayuda al estomago. El autor recomienda esta hierba contra males estomacales y dolores de cabeza. Santa Hildegard dice que esta hierba mezclada con vino es un remedio contra las debilidades y fortalece el organismo.

Actualmente en Alemania el té de hinojo es muy popular para curar los males de estomago. Strabo recomienda esta hierba también para desinflamar los ojos. La amapola es como una especie de opio que calma el dolor y produce sueño. La menta, según Strabo, tiene tantas virtudes que por falta de espacio no nos es posible enumerarlas todas. Strabo en su poema no habla sólo de las plantas, sino también del jardín como lugar de retiro y de contemplación piadosa.

Strabo, como todos los autores cultos de la edad media, escribe en latín y su modelo literario es el gran poeta Virgilio, quien en sus versos elogia la vida en el campo. Dante y Bocaccio en el siglo XIII empiezan a darle preferencia a la lengua del pueblo, el italiano, en su producción literaria, pero hasta el siglo XVIII hay todavía poetas importantes, como por ejemplo el jesuita mexicano Rafael de Landívar, quienes escriben en latín. La Rusticatio Mexicana (Por los campos de México) describe la vegetación mexicana en toda su extensión. Landivar ocupa un lugar importante en la historia de la literatura mexicana y se le aprecia no menos como botánico y agrónomo. Muchos lo comparan con Columela, el primer gran escritor agrícola de la literatura latina, de quien todavía son orgullosos los habitantes de Cádiz, su ciudad natal. Hasta el siglo XVIII hay a veces una relación entre literatura y agricultura. Sobre todo los escritores ilustrados hablan con gusto de la importancia de la agricultura para la vida humana. A veces para ellos la utilidad de las plantas es más importante que su belleza. Recomiendan a las familias cultivar verduras y no flores en los jardines de sus casas.

En las novelas históricas sobre la Edad Media suelen aparecer los jardincitos de plantas médicas en los conventos, por ejemplo en "El nombre de la rosa" de Umberto Eco. En "El manuscrito de piedra", de Luis García Jambrina, el padre hortelano de un convento de Salamanca desempeña un papel importante. Tiene en su poder la planta de tabaco que acaba de llegar al viejo mundo con Cristóbal Colón. Le atribuye al tabaco cualidades curativas. Hace cien años aún se creía que el humo del cigarro podía curar la bronquitis, pero hoy sabemos que sólo causa daño.

En otra novela histórica alemana sobre el siglo XVII se cuenta que los jardines de hierbas medicinales pasan de moda. La gente rica prefiere comprar medicina de patente, porque se abren las primeras boticas o farmacias. Sin embargo la medicina naturista no desaparece completamente y durante los últimos años de nuevo se ha puesto de moda. Pero no todo se puede curar con las plantas, con los cuales había que conformarse en la época de Walahfrid Strabo. En la Edad Media la gente vivía menos tiempo que hoy día, porque aún no se conocían los progresos de la medicina moderna.

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