Publicado en el periódico "El Occidental"
el 10 de mayo de 2012.
Wolfgang Vogt
En el año 2004 se publicó en Paris “Suite
francesa”, la obra maestra de una novelista olvidada que había iniciado su
carrera literaria en Paris en 1929 con “David
Golder”, su primera novela. Irène Némirovsky nació en 1903 en Kiev, Ucrania
en el seno de una familia judía rica que le proporcionó una educación
excelente. Ya desde niña aprendió el francés con una institutriz de Francia. Su
familia huyó de la revolución rusa de 1917 y se estableció en París en 1919,
donde estudió una licenciatura en letras en la Sorbona. Pronto inició una brillante
carrera literaria, pero durante los primeros años de la segunda guerra mundial
fue deportada a Auschwitz, donde en 1942 murió en la cámara de gas con su
marido. Sus dos hijas lograron ocultarse en Francia y después de la guerra
descubrieron en una maleta que les había dejado su madre el manuscrito de su última
novela que sólo se publicó en 2004.
La autora había huido de
Paris a principio de la guerra como tantos otros franceses y, desconectada del
resto del mundo vivía en una casa de campo. Allí terminó, un poco antes de ser
deportada su última novela. “Suite
francesa” cuenta cómo en verano de 1940, la mayor parte de la población de
Paris huye de las victoriosas tropas alemanas. Los personajes de la novela son
franceses de clase media y alta, quienes durante su éxodo sufren bombardeos, o
se encuentran en el fuego cruzado de soldados franceses y alemanes. Pero la situación
no es tan dramática como se temía. Los parisinos finalmente pueden regresar a
su capital, donde no hubo destrucciones y saqueos.
“Suite francesa” es sin duda la culminación de la obra Némirovsky, pero
no menos importante es “Los perros y los
lobos” (1940), su novela anterior y la última que publicó en vida. La
autora que pocos años antes se había hecho bautizar, trata en ella los
problemas de los judíos orientales que habían emigrado a Francia. En ella
encontramos ciertos elementos autobiográficos, sin embargo Ada, la protagonista
de la obra no es idéntica a Irène de la cual se diferencia por ser judía pobre.
Además de eso, Ada emigra un poco antes de la revolución de octubre a París,
con la esperanza de recibir allá una buena educación y de subir en el escalafón
social.
Sin embargo para
los judíos de clase baja es muy difícil escaparse de la pobreza. El padre de
Ada se dedica a los negocios en una pequeña ciudad ucraniana, donde vive en un
barrio pobre. Como la madre de Ada murió, se casa con su prima Rhaissa que
también es viuda y tiene dos hijos. Así la tía se encarga de la educación de
Ada. Como la situación económica de la familia mejora, el padre de Ada puede
permitirse el lujo de mandar a Rhaissa con los hijos a París, donde llegan
acompañados de una institutriz francesa que les había prometido relacionarlos
con la alta sociedad. Pero resulta que las viejas amistades de Madame Mimi ya
no se acuerdan de ella y Rhaissa no tiene más remedio que sobrevivir con los
modestos ingresos de un taller de costura, en el cual trabajan también Lilla,
la hija de Rhaissa y Ada. Lilla encuentra finalmente un amante rico, pero éste
la abandona pronto. Ada de mala gana se casa con su primo Ben, porque ya no quiere
estar en el taller con su tía.
En París vuelve a ver a Harry, un pariente lejano quien
nació en la misma ciudad que ella. Pero entre la rama pobre y rica de los
Sinner hay muy pocos contactos. Harry es un hombre esbelto y delicado, quien
vive bien protegido por su familia en la mansión de su barrio elegante. Cuando
Ada lo ve por primera vez se enamora de él, pero ella por ser pobre no tiene
oportunidad de acercarse a una familia rica y por eso Harry casi no se fija en
ella. En Paris la ignora durante mucho tiempo, pero Ada encuentra la manera de
acercarse a él y expresarle su amor. Topa con muchas dificultades porque Harry
está casado con una francesa católica de familia rica e influyente. Finalmente
se da el milagro de que Harry se enamorara de Ada, y su esposa se pone celosa
de ella exigiéndole no verla más. Todo indica que el matrimonio de Harry se
está acabando y que éste se va a casar con Ada. Pero Harry expulsado de la alta
sociedad francesa acabaría en la pobreza, y, eso Ada lo quiere evitar a
cualquier precio. Se va a vivir a un país de Europa oriental, donde como madre
soltera da a luz a un hijo de Harry cuando estalla la segunda guerra mundial.
De nuevo se ha abierto el abismo entre los Sinner ricos y pobres. La esposa de
Harry lo alejó de su pasado judío, porque según ella “lo que empujaba a su
marido hacia aquella chica no era ni la pasión ni su familia, se trataba de una
oscura llamada de la sangre contra la que ella no podía hacer nada.” (p. 176)
Harry igual que la autora que se hizo bautizar, quiere
olvidarse de su pasado judío para poderse integrar mejor en la alta sociedad
francesa. Pero para él es a veces doloroso cortar las raíces. Ben el primo y
marido de Ada, piensa que eso es imposible y lo dice a Harry: “¡Nos miras por
encima del hombro, nos desprecias, no quieres tener nada que ver con la chusma
judía. Pero espera un poco! ¡Espera y volverás a confundirte con ella, te
mezclarás con ella!” (p. 160) Ben le reprocha a Harry que solo en apariencia es
diferente a los judíos gritándole: “¡Mírate! Tienes mi misma nariz ganchuda y
mi mismo pelo crespo, eres endeble y enfermizo, y estás hambriento y
desesperado como yo…” (p. 161)
Lo sorprendente de estas citas es que la autora utiliza
los mismos clichés biologistas que los antisemitas, lo cual se critica en el
prólogo a la edición francesa de “Suite
francesa”. Para un lector actual es extraño que una autora judía pueda hablar
así de los judíos. Pero también hay que entender que en la obra de Némirovsky
se refleja el espíritu de su tiempo y que la autora se siente atada a sus
orígenes en los guetos de Europa oriental y que a la vez quiere alejarse y
olvidarse de ellos. En “Los perros y los
lobos” de manera magistral se da forma literaria a este conflicto. Lo
trágico del caso de Irène Némirovsky es que no pudo cortar las raíces de su pasado judío y murió
en el campo de concentración. A los nazis no les importó que se haya salido de
la comunidad judía haciéndose cristiana. Ella ya había previsto eso haciendo
exclamar a Ben de manera prolífica: “¡Espera, y volverán a confundirte con ella
la chusma judía, te mezclarás con ella!” Sin querer, la autora se mezcló con
ella en Auschwitz, donde la asesinaron a ella y a su marido con otros judíos.
Pero sus dos hijos sobrevivieron y mandaron publicar su última novela que la
sacó del olvido.
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