miércoles, 23 de octubre de 2013

Hamburgo y la cultura latinoamericana

 
 
Publicado en el periódico "El Occidental"
el 3 de septiembre de 2013.
 
Celina Vázquez y Wolfgang Vogt

Debido a su puerto, Hamburgo es una ciudad abierta al mundo. En las escuelas de esta ciudad no sólo se enseña desde hace tiempo el inglés y francés como lenguas extranjeras, sino también el español y portugués, porque muchas casas comerciales de esta ciudad mandan barcos a Argentina, Brasil, México, etcétera. Así se explica que desde la primera mitad del Siglo XX los estudios hispánicos y latinoamericanos ocupan un lugar importante en la enseñanza de las Humanidades de la Universidad de Hamburgo. Las primeras raíces de una biblioteca española e iberoamericana, encontramos en el año 1911, cuando en forma no sistemática, se crea una colección de libros en español y portugués. Cuando en 1917 se funda el Instituto Iberoamericano de Investigación, se empieza a organizar más sistemáticamente esta nueva biblioteca, que cuenta actualmente con unos 60 mil libros. Con respecto a Latinoamérica, las secciones de Argentina, México, Chile, Venezuela y Uruguay están bastante bien dotadas. La universidad está orgullosa por ser propietaria de algunas primeras ediciones numeradas de Alfonso Reyes, Amado Nervo y Octavio Paz. Durante los últimos años la universidad recibió las visitas de destacados escritores, como por ejemplo de Fernando del Paso, de México, o de Mario Vargas Llosa, de Perú. Antes ya habían venido de España, José Ortega y Gasset y Camilo José Cela.

De todos estos datos nos informa amablemente la directora de la sección española y portuguesa de la Biblioteca de Lenguas Extranjeras de la universidad, Gisela Hubert, que es especialista en Cultura Hispánica y Latinoamericana. Ella dedicó toda su vida a cuidar los libros en español y portugués de la universidad y ahora está a punto de jubilarse. Antes de despedirnos de ella le dejamos un paquete con publicaciones recientes de la Universidad de Guadalajara. Nos dice que gran parte de los libros de la biblioteca son donaciones. Ya pasaron los años de las vacas gordas, durante los cuales la biblioteca podía comprar todos los libros que se ofrecían en el mercado. Ahora el presupuesto es bastante limitado.

El orgullo de los latinoamericanistas de la Universidad de Hamburgo es un fondo especial que lleva el nombre de Linga-Bibliothek. La joven directora de este fondo nos habla de la vida de Carl Robert Linga (1877-1963), quien nació en el barrio de Altona como hijo de un obrero. Al terminar la escuela primaria entra como aprendiz a una casa comercial y a la edad de 17 años se traslada a Mazatlán como representante de su empresa. Ahí se enriquece con el comercio de azúcar. Su nueva situación económica le permite dedicar tiempo al estudio de la cultura mexicana y comprar numerosos libros valiosos sobre el tema. En 1957 dona Linga su valiosa biblioteca a la Casa Ibero-América de Hamburgo. La directora nos cuenta que Linga amó tanto México que, a diferencia de su esposa, no quiso pasar los últimos años de su vida en Alemania, pero sí visitó todos los veranos Hamburgo, ampliando los fondos de la biblioteca que había donado y entablando contactos con especialistas en Latinoamérica que vivían en Alemania. En 1963 muere en Cuernavaca a la edad de 86 años. Carl o Carlos Linga, como le dicen en México, contribuyó mucho al desarrollo de las relaciones culturales entre Alemania y México. Una de las figuras que más admira es Alejandro de Humboldt. En la portada de un folleto de la "Linga-Bibliothek" vemos una foto de su fundador con un paquete de antiguas crónicas en sus brazos y a lado pequeños retratos de Humboldt, Sor Juana Inés de la Cruz, la virgen de Guadalupe y además fotos de libros antiguos.

El Fondo Linga enriqueció de manera considerable la sección española de la biblioteca universitaria que es una de las más grandes de Alemania, sólo superada por el Instituto Iberoamericano de Berlín. Las relaciones del norte de Alemania con Latinoamérica tienen una larga tradición. Un viajero nos cuenta que en el Siglo XIX, Manzanillo era un puerto con muy pocos habitantes. Entre ellos había un agente comercial, quien vivía junto al puerto para atender los barcos comerciales de una compañía de Hamburgo. En esta época las naves de Europa se dirigían a Argentina y llegaban al Pacífico pasando por la punta sur de Argentina. Luego haciendo escala en Valparaíso, Lima, Manzanillo y Mazatlán llegaban a San Francisco. Tomas Mann nos presenta en su novela "Los Budenbrook" a un miembro de esta familia de Lübeck, un puerto en el Mar Báltico, que pasó alguna temporada de su juventud trabajando en una oficina comercial de Valparaíso. El autor tiene simpatía por Latinoamérica porque su madre es de origen brasileño.

Saliendo de la Biblioteca Linga entramos a una exposición temporal sobre la quema de libros en 1933 en Hamburgo. Cuando los nacionalsocialistas llegaron al poder decidieron limpiar la cultura germánica de todas las influencias judías, socialistas y comunistas. Estudiantes nazis de todas las Universidades alemanas sacaron libros de autores judíos de las bibliotecas para quemarlos al aire libre delante de un amplio público. Así se quemaron obras de numerosos autores de lengua alemana como Josef Roth, Franz Kafka, Franz Werfel, Elías Canetti, etcétera. Para nombrar sólo los más conocidos. La exposición que vimos se compone de numerosas fotos y libros de autores judíos de Hamburgo. En grandes carteles se cuenta la triste historia de cada uno de ello, quienes para salvar su vida tuvieron que emigrar. Algunos se trasladaron a Palestina, otros a Suecia, Estados Unidos o América Latina. Pero en los países que los acogieron no tenían público y en Alemania no podían circular sus libros. Su carrera literaria prácticamente se había acabado. En la Ciudad de México un grupo de autores alemanes exiliados desafió las circunstancias adversas y formó una asociación cultural con el nombre de "Alemania Libre" y crearon una editorial que publicó sus libros en alemán. La exposición en la biblioteca universitaria sirve para conocer los aspectos desagradables de la historia de la ciudad y pedir disculpas a las víctimas que hicieron aportaciones importantes a la cultura de la ciudad. Sólo conociendo bien el pasado se puede evitar que ciertos episodios tristes se repitan.

Caminando por las calles de Hamburgo descubrimos a veces delante de algunas casas en el empedrado pequeñas placas de cobre con los nombres de ciudadanos judíos que después de 1933 fueron deportados a campos de concentración. Podemos leer las fechas de su nacimiento y de su detención, pero no de su muerte. Sólo se puede suponer que alrededor de 1940 se murieron en uno de los campos de concentración, de los cuales casi nadie salió vivo. Únicamente los judíos que se habían exiliado a tiempo tenían la posibilidad de sobrevivir en circunstancias muy difíciles. Para algunos pocos, muy pocos, América Latina fue la salvación.

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